lunes, 20 de diciembre de 2021

 


                                         La Creación


     Y Dios casi había consumado la Creación y vio que todo era bueno. Hagamos al hombre, dijo, Lo haremos a nuestra Imagen y Semejanza. El plural indica que había otros seres Celestiales con Él. Algunas religiones dicen que eran sus hijos, Jesús y Sata, el ángel de luz, otros que las tres Divinas Personas, los más prácticos que la dualidad de todo lo que existe en el Universo, los máximos representantes del bien y el mal, lo que deja la duda de si serían los mismos con diferentes designaciones.

      ¿Qué fue eso que le pusiste allí?, preguntó el esbelto Ángel, que a todas luces se sabe es el más intrépido y atrevido del reino Celestial, Me sobraba un poco de arcilla, contestó Dios, No era conveniente dejarla por ahí, no sea que caiga en manos necias y hagan cosas que no están dentro del orden. Sata no se dio por aludido, aunque sabía que era con él, Ya no es a nuestra Imagen y Semejanza, refutó. Es la perfección, dijo Dios, eludiendo la impertinente encerrona, Les daré una oportunidad de agregarle algo más y de ejercer control sobre el mismo, como he hecho con toda la Creación, pero después ya no se le podrá quitar ni agregar nada. Vivirán y morirán así. Sólo tengan en cuenta que lo que pidan, lo mismo tendrán todas las especies vivas en este mundo. Es feo, insistió Sata, Tiene cosas demás y es débil. No se le puede llamar hechos a Imagen y Semejanza porque si dejan crecer sus uñas, el cabello y nunca se lavan los dientes sí que parecerán verdaderos demonios, digo, monstruos. Se pasarán la vida peleando contra esto para aceptarse. ¿Y si le quitas cosas? Tal vez un brazo, un ojo o una pierna, es posible que así apruebe tu invento.

     Dios, que todavía guardaba esperanzas en que el hijo descarriado alguna vez reivindique el camino, dijo, Así se quedará. Feos quedaron tus moldes de otros seres y aun así les di vida. Lo que me costó concentrarme para dar vida a todas las especies abisales y algunas terrestres. Dizque arañas y serpientes. Dios no estaba enojado porque Él no se enoja fácilmente, pero sí fastidiado por las travesuras casi infantiles de su hijo Sata. Por eso prefería a Jesús, que era bien mandado y nunca replicaba. Es diferente, contestó el hijo desobediente, que bien respondón sí era, El barro me da náuseas y Tú dijiste que jugara a hacer figuritas, No es gracioso un venado con el fósil calcáreo de un árbol en la cabeza, contestó Dios, Ni la mata de yuca andante que llamas pulpo. Hay mucha vida en cosas inverosímiles. Después arreglamos eso con evolución, ahora vamos a lo que nos concierne. Díganme lo que desean agregar, empieza tú, Jesús. Este miró con beneplácito la obra del Creador; dijo, Ponle bondad, ternura, amor, paz. ¡Párale! Dijeron una opción, atajó Sata, No se te puede pedir nada porque se te va la mano. A ver, qué le pondrías tú, dijo Jesús, algo molesto con el molesto hermano. Sata hizo un gesto de ceja levantada acompañada de una sonrisa infernal, ¿Si pido lo que deseo no se lo quitarás? Dios respondió, No he quitado lo que pidió Jesús, no he quitado lo que has hecho hasta ahora. ¿Alguna vez me he retractado de mi palabra? Bien, dijo Sata, Quiero que le pongas hormonas. La petición causó sorpresa entre Dios y Jesús. Les pareció ingenua y hasta estúpida, pero sospechosa. Siempre será una incógnita lo que esté fraguando el diablillo travieso. Sin embargo, Dios cumplió. Ya están las hormonas allí, y en todas las especies, ahora le daré vida. Hizo un gesto con los labios de quien sacude polvo y el hombre se levantó, miró con el azoramiento del que sale de un desmayo. Dios y Jesús estaban complacidos; el rictus desdeñoso de Sata se confundía con la impactante expresión de su rostro. No se sabía si lo hacía por burla o porque él era así. Era hermoso de cabo a rabo y todos sabemos que la hermosura tiende a pasar por alto ciertas reacciones, y más algunos comportamientos.

     ¿Por qué estoy solo?, fue lo primero que expresó el hombre. ¿Solo? Estamos nosotros y todos los animales de la Creación, no estás solo. Todos tienen una compañera, ustedes se irán luego, lo veo en sus caras, yo estaré solo. Dios y Jesús se dieron cuenta del dilema. Y tuvieron una visión clara de lo que acontecería. Sata no daba puntada sin dedal. Ahora estaban seguros que era maligna sonrisa lo que desdibujaba su rostro angelical. Las hormonas desquiciarían a todos, pero más al hombre por recibir la potestad sobre todo lo que había en el Planeta. Sin embargo, no era ese el problema. El barro se había acabado. Amasar nueva pasta implicaba nuevos seres, nuevos órganos, no concordaría nunca. Te haré una compañera de tu costilla, fue la solución más a la mano que encontró Dios, Duerme un poco. Jesús intervino, Acuérdate que saldrá con hormonas. No pararán hasta que acaben con la Creación. No hay de otra, dijo Dios, Mi palabra no puede ser desvirtuada. Comerán del árbol del conocimiento y no sabrán cómo utilizarlo, pensarán que lo bueno es malo y lo malo es bueno y estarán perdidos con enseñanzas filosóficas mezcladas con las Escrituras y vivirán convencidos que nacieron para el placer, Habrá, entonces, que crearles un plan de salvación, respondió Dios, solucionando la cosa de una vez, Pero eso será otro día, estoy cansado. Terminemos esto y luego que repose miramos cómo va la cosa.

     Y La mujer despertó con el mal humor de quien se levanta antes de hora, vio al hombre dormido a su lado y, con toques sutiles, pero decididos, dijo, Mi amor, levántate, tienes mucho trabajo que hacer. Dicen las Escrituras que Dios acordó un plan con Jesús al ver el descontrol por el que se encaminaba su Imagen y Semejanza, Irás a la tierra y dejarás un mensaje, Si siguen en esas me veré obligado a quitarles las hormonas y de una vez, y para siempre, romperé mi promesa. Pero Jesús no fue tan severo. El mensaje que dejó fue de amor, paz, bondad y vida eterna si le paraban al asunto. Sata hizo un gesto, Ya estamos en la misma, haciendo planes sin tener en cuenta a los demás. Nada de eso se les puede quitar. Envejecerán y morirán con ellas. Si me envías a la Tierra, yo arreglaré la vaina, porque así como van serán peores que yo, dijo Sata, aterrándose estremecido y con los pelos de punta por su premonición. Dios, pensando que Sata, por fin se encarrilaba, dejó que tomase cartas en el asunto y se fue a descansar, confiado, porque Dios siempre confió en todos los seres.

      El plan de Sata fue sencillo: tomó las hormonas y las revolvió. Cuando Dios despierte de su siesta no podrá creer lo que encontrará.  

 Tomado del libro: Un cuento de tres, Luis M. Ariza C. 

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